La ONU advierte que uno de cada tres venezolanos padece hambre

“Solo comíamos una vez al día: pasta o arroz. Por la mañana un cambur (plátano) y antes de dormir, pedazos de pan. La semana pasada ya ni siquiera teníamos arepa para los chicos. El salario mínimo [3 dólares mensuales] no da para nada, la plata no alcanza. Por eso dejamos nuestro hogar”. El relato es de Johan Alejos, de 25 años, que junto a su mujer, Wuilfrancy Álvarez, de 23, y sus hijos Johan, de 4, y Johanny, de 6, emprendieron la huida del hambre.

Ya en Colombia, comieron alimentos que no recordaban gracias a las organizaciones internacionales y los voluntarios locales. Gastados los últimos bolívares en el trayecto hasta la frontera desde Barquisimeto, en el centro del país, nada les queda, sólo la voluntad férrea de buscar un futuro mejor. La misma que ya provocó la fuga de 400 de las 500 familias de su sector en El Paraíso. Un paraíso que nunca conocieron y que ahora sueñan encontrar en otras tierras.

El hambre los exilió a todos ellos; hambre que pese a la propaganda gubernamental no deja de crecer. Así, de forma tan rotunda, lo atestigua el último informe el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas: una de cada tres personas en Venezuela no tiene suficiente comida. Los tubérculos y los porotos son los que mejor están aguantando la dictadura de la hiperinflación en las últimas semanas.

La encuesta de la ONU revela que el 74% de las familias intentan protegerse con “estrategias de supervivencia” para que el hambre no las sorprenda, el 60% decidieron recortar las raciones de cada comida y el 20% vendieron bienes familiares a cambio de comida.

Es algo tan evidente que hasta el presidente norteamericano, Donald Trump, durante su viaje a la India, lo recordó: “Las personas están pasando hambre en Venezuela”.

Pese a que desconoce los pormenores de esta investigación, Wuilfrancy resume a su manera los últimos cambios: “La situación en nuestro país es crítica, pero es verdad que a mitad del año pasado regresó la comida a los supermercados, también los productos básicos. Pero de nada sirve porque no hay trabajo y el dinero del salario mínimo es miserable, con lo que estamos igual de mal o peor”.

La burbuja económica de Caracas, la “recuperación” de la que alardea el gobierno, se disfruta en otro “planeta” exclusivo. Siete de cada 10 encuestados por la ONU confirmaron que es posible encontrar los alimentos, pero que sus precios son inaccesibles. Una tercera parte perdió su trabajo o su negocio ante la depresión económica, que ya cumplió seis años en recesión.

“Detrás de todo este hambre hay expropiaciones masivas de tierra desde 2010, control de precios desde 2011, miles de confiscaciones y sanciones a la industria de alimentos en una década, centenares de productores quebrados, rebaños descuartizados y supermercados perseguidos”, sentencia la nutricionista Susana Raffalli, una de las más prestigiosas del país.

Un país tropical en el que por obra y gracia de la revolución el 60% de su gente no come proteínas ni frutas. Ya la FAO había adelantado que el consumo de leche es tres veces inferior al límite establecido.

“No podíamos dejar a nuestros niños pasando hambre allá, los quiero conmigo. Vamos a donde nos lleven las piernas a todos. Primero comen ellos y luego nosotros”, explica Dugleidy Quijada, de 25 años, con su marido y tres hijos de 2, 6 y 8 años a cuestas. Para que quede muy claro que el éxodo emprendido, pese a su dureza, está marcado por la esperanza ya perdida en su país.

Archivo CA

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