Humor político en Venezuela: entre el riesgo, la censura y la saturación

Montado en una tarima, Alessio Vargas se encorva levemente, cambia la expresión y con un exagerado acento colombiano lanza: “A ver mijo, Nicolasito, se me para y se me arregla que no va a estar listo, lo va a dejar el transporte, como siempre hombre”.

La audiencia, de unas 100 personas, suelta una carcajada.

Alessio es un comediante venezolano de 25 años y “Nicolasito” es un personaje con el que hace referencia al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, aludiendo a versiones de sectores de la oposición de que el gobernante nació en Cúcuta, Colombia, y estaría inhabilitado para ejercer el cargo.

Maduro ya ha desestimado este señalamiento y asegura que nació en Caracas.

Es una rutina arriesgada. La justicia venezolana ha imputado a otros humoristas por “delitos de odio” relacionados precisamente a sátiras sobre las autoridades del país.

Alessio lo sabe. “Entiendo que es un riesgo latente”, dice este joven, que es ingeniero de profesión. “Sin embargo, es algo que no me detiene a seguir y hacer lo que quiero hacer”, agrega.

“No me da miedo en lo absoluto”, prosigue. “Porque sencillamente estás en un país donde todo da miedo”.

Una ley que amenaza

El caso más reciente data de abril. Una mujer, Olga Mata, de 72 años, fue detenida tras publicar un video en la red social Tik Tok, en el que se hacía pasar por una vendedora de las típicas arepas, que bautizaba con el nombre de altos personajes del chavismo.

Una arepa sin relleno se le llama cotidianamente “viuda”. En su video, Mata la denomina “la Cilia Flores”, la esposa de Maduro. “Esa todavía no está viuda”, le responden fuera de cámara. “Bueno… pero eso es lo que todos deseamos”.

“Instigaban al asesinato de personalidades públicas”, dijo el fiscal general, Tarek Saab, amparado en la llamada Ley contra el Odio, aprobada en 2017 por la Asamblea Constituyente, que asumió atribuciones legislativas cuando el Parlamento era controlado por la oposición (2015-2021)

La norma contempla hasta 20 años de cárcel por instigación al odio. La pena máxima en Venezuela es de 30 años.

Según un informe de la ONG Espacio Público, desde 2017 hasta 2020 se han registrado 45 casos en virtud de la cuestionada ley contra personas que expresaron opiniones en las redes sociales.

“¿Cuánto sacó en el examen de matemáticas hijo?”, vuelve Alessio con su imitación del acento del vecino país. “Yo saqué 01”, se responde él mismo, ahora hablando más pausado, tratando de imitar a Maduro.

“Pero pude haber sacado más, pero no me quisiste ayudar cuando yo te pedí los cinco milímetros de segundos”, dice provocando más risas.

Este es un chiste impensable para el programa de radio donde trabaja Alessio, que debe regularse por una ley que castiga con multas y hasta la revocatoria de permisos de transmisión en caso de cualquier comentario que el ente regulador considere violatoria de la norma.

Un chiste como el que hizo en la tarima sobre el presidente Maduro y “al día siguiente, el órgano (regulador) y chao, se acabó el programa. El stand up es como una válvula de escape” para abordar estos temas, agrega.

El tema político saturado

La noche en la que se presenta Alessio cuenta con otros humoristas. Alguno que otro roza el tema político, sobre todo haciendo referencias a la crisis crónica de servicios públicos en el país.

Pero quienes evitan el tema no necesariamente lo hacen por censura. Housam Ankah, por ejemplo, dice estar “saturado” del humor político, que ocupa buena parte de su trabajo en un sitio web satírico.

“Hacer humor político en el contexto venezolano, en el contexto de una crisis humanitaria bastante fuerte y dramática, llega un punto en que uno está escribiendo sobre algo muy fuerte y te termina afectando, no importa cuánto trates de alejarte o la burbuja donde estés, siempre te termina afectando”, afirma Housam.

“Ha sido bastante duro”, añade, recordando cómo le afectó por ejemplo cuando tenía que escribir humor durante las protestas de 2017, que dejaron unos 200 muertos. “Llega un punto, donde terminas, sin querer, banalizando temas que son muy sensibles”.

“Vivo de la escritura de la comedia política como para también llevarlo a los escenarios”, agrega.

En su rutina de stand up habla de su vida como hijo de inmigrantes árabes, se burla de su físico, de sus padres. El gobierno, la crisis, la oposición… están ausentes.

Fuente: VOA 

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